Preparando nuestro corazón para la llegada del niño Jesús

Jueves 30 de Noviembre del 2023
El domingo 3 de diciembre comienza el tiempo litúrgico de Adviento, que termina el 24 de diciembre.

Los villancicos suenan en los parlantes de tiendas y supermercados mientras el olor a pan de pascua nos llega con intensidad, eso se suma a las múltiples ofertas de distintos artículos para regalar esta Navidad. Son indicadores de que ya estamos a fin de año y de que comenzamos a vivir el tiempo de adviento, por lo tanto, tenemos que preparar nuestro corazón.

La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. Así, la liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, y es una oportunidad para que los cristianos nos preparemos para la llegada del Señor.

Este año 2023, el Adviento comienza el 3 de diciembre y será más corto de lo habitual, ya que el cuarto domingo es el 24 de diciembre y coincide con las vísperas de Navidad. Por este motivo, durante el día se celebrarán las Misas del último domingo de adviento, pero por la tarde-noche se iniciarán las Misas por Navidad (conocida como Misa del Gallo).

Cabe recordar que el primer domingo de Adviento, empieza un nuevo año litúrgico. En él la Iglesia marca el curso del tiempo con la celebración de los principales acontecimientos de la vida de Jesús y de la historia de la salvación. Al hacerlo nos ilumina el camino, nos sostiene en las ocupaciones cotidianas y nos orienta hacia el encuentro final con Cristo.

 

El Adviento es un tiempo de gracia

 

A lo largo de los años de su pontificado, el Papa Francisco ha entregado distintos mensajes que nos ayudan a vivir este tiempo de gracia y conversión. Les damos a conocer sus palabras y algunos conceptos claves para vivir este período.  

 

  • Velar: “El Adviento es el tiempo para acoger la venida de Jesús, que viene como mensajero de paz para mostrarnos los caminos de Dios. “Estén prevenidos, pues, porque no saben qué día vendrá vuestro Señor” (Mateo 24, 42). Velar no significa tener los ojos materialmente abiertos, sino tener el corazón libre y orientado en la dirección correcta, es decir, dispuesto a dar y servir. ¡Eso es velar! El sueño del que debemos despertar está constituido por la indiferencia, por la vanidad, por la incapacidad de establecer relaciones verdaderamente humanas, por la incapacidad de hacerse cargo de nuestro hermano aislado, abandonado o enfermo”.

 

  • Vigilancia: “La espera de la venida de Jesús debe traducirse, por tanto, en un compromiso de vigilancia. Se trata sobre todo de maravillarse de la acción de Dios, de sus sorpresas y de darle primacía. Vigilancia significa también, concretamente, estar atento al prójimo en dificultades, dejarse interpelar por sus necesidades, sin esperar a que nos pida ayuda, sino aprendiendo a prevenir, a anticipar, como Dios siempre hace con nosotros”.

 

  • Preparar: “En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por la exhortación del Bautista: “Preparen el camino al Señor, allanen sus senderos” (v. 3). Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus senderos cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados en el sacramento de la penitencia. En este sacramento experimentamos en nuestro corazón la cercanía del reino de Dios y su salvación.   

El Adviento es un tiempo de gracia. Nos dice que no basta con creer en Dios: es necesario purificar nuestra fe cada día. Se trata de prepararnos para acoger no a un personaje de cuento de hadas, sino al Dios que nos llama, que nos implica y ante el que se impone una elección. El Niño que yace en el pesebre tiene el rostro de nuestros hermanos más necesitados, de los pobres, que «son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros» (Carta Apostólica Admirabile signum, 6)”.

 

  • Esperanza: “El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia para conducirla a su fin último para conducirla a su plenitud, que es el Señor, el Señor Jesucristo. Dios está presente en la historia de la humanidad, es el «Dios con nosotros», Dios no está lejos, siempre está con nosotros, hasta el punto de que muchas veces llama a las puertas de nuestro corazón. Dios camina a nuestro lado para sostenernos. El Señor no nos abandona; nos acompaña en nuestros eventos existenciales para ayudarnos a descubrir el sentido del camino, el significado del cotidiano, para infundirnos valentía en las pruebas y en el dolor. En medio de las tempestades de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas. ¡Esto es bonito! En el libro del Deuteronomio hay un pasaje muy bonito, que el profeta dice al pueblo: “Pensad, ¿qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí como tú me tienes a mí cerca?”. Ninguno, solamente nosotros tenemos esta gracia de tener a Dios cerca de nosotros. Nosotros esperamos a Dios, esperamos que se manifieste, ¡pero también Él espera que nosotros nos manifestemos a Él!”.