Palabras del Pastor

Monseñor Guillermo Vera, Obispo de Rancagua

Una invitación a ver las virtudes de nuestros hermanos y a hacer más agradables nuestros espacios de trabajo y estudio

 

  • “Dentro de unos días volveremos a la normalidad de nuestro quehacer y nos encontraremos con mucha gente con la que habremos de realizar nuestras actividades cotidianas. Ojalá que aprendamos a ver lo bueno de cada uno y, así, contribuyamos a crear ambientes agradables, donde cada uno aporte su parte de bien”, señala.

 

 

Hermanos y hermanas:

Cuentan que una vez, en una pequeña carpintería hubo una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. La causa era que hacía demasiado ruido y, además, se pasaba todo el tiempo golpeando a los demás.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también que fuera expulsado el tornillo, pues había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija, pues era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

La lija estuvo muy de acuerdo a condición de que fuera expulsado también el metro, que siempre estaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizó el martillo, el tornillo, la lija y el metro y, finalmente, la tosca de madera inicial se convirtió en un hermoso juego de ajedrez.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, se reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo: “señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades y eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos más en nuestros puntos malos y concentrémonos en nuestros puntos buenos”.

La asamblea, entonces, descubrió que el martillo era fuerte; que el tornillo unía y daba fuerza; que la lija servía para afinar y lijar asperezas; y que el metro era preciso y exacto. Se sintieron, entonces, un equipo capaz de producir y hacer cosas de calidad. Se sintieron orgullosos de sus capacidades y de trabajar juntos.

Hermanos, algo parecido sucede con los seres humanos. Cuando en un grupo -ya sea empresa, hogar, amigos, colegio, familia, país-, las personas buscan a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros.

Dentro de unos días volveremos a la normalidad de nuestro quehacer y nos encontraremos con mucha gente con la que habremos de realizar nuestras actividades cotidianas. Ojalá que aprendamos a ver lo bueno de cada uno y, así, contribuyamos a crear ambientes agradables, donde cada uno aporte su parte de bien.

No olvidemos que, en cada uno de nosotros, en cada hombre y mujer, Dios ha puesto la huella de su gloria y Él nos invita a cooperar con nuestro trabajo en la obra de la Creación.

Dios es como el que el gran carpintero de esta historia que acabamos de escuchar y quiere que en sus manos cada uno aportando lo mejor, contribuyamos a hacer cosas grandes.

Pongámonos todos al inicio de este nuevo año de estudio y de trabajo en las manos de Dios y dejemos que Él con nosotros pueda hacer grandes cosas.

Vemos lo bueno de cada uno, lo que cada uno puede aportar y lograremos muchas cosas grandes.

¡Que Dios trabaje con nosotros; que Dios cuente con nosotros; que Dios bendiga la obra de nuestras manos!

 

+Guillermo Vera Soto

Obispo de Rancagua