El Nuevo Testamento: cumplimiento de la Alianza de Dios con su pueblo

Viernes 30 de Junio del 2023
Dr© Juan Pablo Espinosa Arce Facultad de Teología UC Universidad Alberto Hurtado Parroquia El Sagrario

¡Queridos amigos! ¡Bienvenidos a esta cuarta cápsula formativa!
En este mes de julio les invito a conocer, leer y trabajar en torno a algunas cuestiones centrales del Nuevo Testamento. Como bien podrán recordar el pasado mes de junio trabajamos el Antiguo Testamento y es por ello que, siguiendo el itinerario que nos hemos propuesto para este año, nos corresponde adentrarnos en el corazón de aquellos relatos bíblicos que cuentan la historia de Jesús, la vida de la comunidad primitiva y las acciones misioneras y evangelizadoras de los cristianos y cristianas de la primera hora de nuestra Iglesia.

Ahora bien, una anotación fundamental: tal y como lo expresé en la columna referida al Antiguo Testamento será imposible trabajar todo el Nuevo Testamento. Es por ello que pretendo dividir esta columna en dos, a saber, una primera entrega (julio) en donde trabajaré algunos conceptos centrales de la cuestión bíblica en el Nuevo Testamento y una segunda columna para agosto en donde trabajaré la cristología, es decir, la reflexión teológica sobre Jesucristo. Dicho esto, presento esta cápsula, que estará dividida en los siguientes puntos: a) el concepto de Evangelio, su origen y sus pretensiones; y b) algunas claves sobre el llamado “círculo hermenéutico” propuesto por las teologías latinoamericanas, cuestión clave al momento de preguntarnos cuál es la centralidad del texto bíblico para nuestras vidas y, a su vez, la cuestión de cómo nuestras vidas dan sentido a lo que leemos y creemos.

a) ¿Qué es un Evangelio?: claves introductorias

Una primera cuestión es central. Todos los escritores que dieron forma a lo que conocemos como Nuevo Testamento comienzan a escribir desde el dato de la fe (1). Con ello encontramos una primera definición o aproximación al concepto de Evangelio, a saber, indicar que los Evangelios no son una biografía de Jesús. Una biografía es un relato completo de la vida de una persona que busca relatar todos sus momentos con la mayor exactitud posible. Pero, si comenzamos a leer atentamente los cuatro relatos evangélicos nos daremos cuenta, por ejemplo, que ni Marcos ni Juan hablan del nacimiento de Jesús. Marcos comienza con la predicación de Juan Bautista cuando Jesús tiene unos 30 años. Juan, por su parte, comienza con el conocido “Himno cristológico al Logos” (Jn 1) y no con el nacimiento en Belén. Otro ejemplo: el primer milagro narrado por Marcos es la curación que Jesús realiza a un endemoniado en Cafarnaúm (Mc 1,21-28) y Juan, tiene el primer signo (este evangelio no habla de milagro, más bien de “signo” o “semeía” en griego) del vino en las bodas de Caná (Jn 2).

Con estos primeros dos ejemplos vemos que los evangelios no son una biografía en el sentido que nosotros conocemos, sino que son un relato “catequético”, un relato de fe o un relato religioso que tiene unos destinatarios particulares. El biblista chileno Sergio Armstrong comentando esta identidad catequética de los evangelios dice: “los evangelios no pretenden conservar todo lo que Jesús dijo e hizo. Su contenido está animado por la transmisión de la fe en el Señor (testimonio) (…) son posteriores a la resurrección. Ello no significa que no les interese consignar los hechos y dichos anteriores a la pascua, o que los mismos hayan sido distorsionados, sino que, precisamente, porque los primeros discípulos descubrieron en Jesús resucitado al Hijo de Dios, tuvieron gran interés en recordar lo más fielmente posible todos los detalles significativos de su vida” (2). Por ello la palabra Evangelio significa, literalmente, “buen anuncio”. Es una palabra griega compuesta de dos partículas: EU (buen) y ANGELLOS (anuncio o mensaje). El Evangelio es la buena noticia sobre Jesús, no una biografía de Jesús.

El que hablemos de una buena noticia sobre Jesús se despierta en la inteligencia teológica la consideración de que los relatos evangélicos nacieron de la experiencia que los cristianos primitivos, los discípulos y discípulas, tuvieron con Jesús. Este es, además, el comienzo de la cristología, es decir, de la reflexión teológica sobre la identidad de Jesús. El biblista estadounidense Raymond Brown sostiene: “un paso fundamental en cualquier estudio serio de la cristología es reconocer que el pensamiento religioso cristiano, al implicar la comprensión de Jesús por seres humanos, se desarrolló y estuvo sujeto a cambios como cualquier otro pensamiento humano” (3). En esto Raymond Brown reconoce dos cristologías: en primer lugar, la que él denomina “la de Jesús”, es decir, la relación que Jesús tiene con Dios, el modo en que Jesús habla de Dios y con Dios. Por su parte encontramos también la cristología de la comunidad, es decir, la forma en la que la comunidad entendió a Jesús. En esta cristología encontramos a la comunidad primitiva.

Dicho esto, conozcamos cuáles fueron las llamadas “etapas en el desarrollo de la tradición evangélica” (4). Llamamos “etapas” al desarrollo que vio nacer a los relatos evangélicos. Con esto, y al igual que con el Antiguo Testamento, evidenciamos que los relatos no nacieron de una sola vez ni menos que la Biblia apareció terminada, empastada y finalizada en el primer momento. La reflexión teológica, desde la honestidad intelectual y de comprensión de lo que aconteció en los inicios de la Iglesia, reconoció que existieron etapas de redacción y que el texto como lo conocemos es fruto de un proceso, proceso que tiene los siguientes momentos: en primer lugar, el Misterio Pascual (hacia el 30-33 d.C) con la formulación del kerigma o primer anuncio: Jesús murió, pero resucitó. La Resurrección de Jesús es clave en el proceso de escritura ya que como indica Raymond Brown los evangelios buscan “… reflejar el influjo de una visión retrospectiva después de la resurrección” (5), es decir, los evangelios se escribieron de “atrás para adelante”, en cuanto la Resurrección, acontecimiento fundamental del cristianismo, es aquello que ilumina y da sentido a la experiencia con Jesús. Esta función de memoria, de profundización y de comunicación la reconocemos como acción del Espíritu que anima en todo momento la vida de la comunidad.

El segundo momento es la llamada transmisión oral en donde se dan lugar amplias interpretaciones sobre quién es Jesús. Sergio Armstrong, haciéndose eco de Santiago Guijarro, indica que Jesús es el origen de la tradición oral de la Iglesia primitiva (6), es decir, el corazón de la predicación originaria es Jesús. Es más: debemos decir que Jesús es y debe ser el corazón de toda predicación auténticamente cristiana. Durante esta fase de predicación oral (todavía no hay textos escritos) comienzan a recogerse los datos orales que tienen lugar en diversos contextos y entre diversos testigos, en un tiempo comprendido entre el 30 y el 70 d.C. Esta, dice Armstrong, es una “memoria colectiva. Ahora bien, una comunidad retiene de una forma diferente a los individuos aisladamente considerados” (7). Y el mismo Sergio Armstrong indica que es una memoria “funcional, utilitaria y, por lo tanto, selectiva. Está ligada a necesidades permanentes y a funciones estables” (8). Dentro de las necesidades o espacios en donde esta memoria tiene lugar encontramos los siguientes momentos o espacios: la evangelización cuyo centro es el kerigma (1 Cor 15,1-5), el culto o la celebración, especialmente la eucaristía (1 Cor 11), la controversia y praxis cristiana en medio de las comunidades judías (dimensión ética o de instrucción) y la catequesis de la comunidad y de los convertidos.

Finalmente encontramos la llamada etapa escrita. Dice Brown: “en una última fase, los evangelistas reorganizaron por escrito los evangelios, acoplándolos a la visión global de Cristo que cada uno de ellos quería proyectar” (9). Así encontramos a Marcos quien escribe a una comunidad cristiana de Roma entre el 50 y el 60 d.C; a Mateo quien escribe su relato a una comunidad de judíos que se convierten al cristianismo, y cuya fecha está datada entre el 60 y el 70 d.C). Por su parte Lucas escribe a una comunidad de la gentilidad, es decir, a cristianos provenientes del mundo no judío y cuya fecha está ubicada entre el 60 y el 70 d.C. Finalmente encontramos el evangelio de Juan escrito a una comunidad cristiana que se separa del judaísmo por el llamado conflicto con la “sinagoga” y cuya fecha está ubicada hacia el año100 d.C.

b) El círculo hermenéutico

Luego de este sucinto recorrido por el concepto de evangelio y las fases que dieron lugar al texto que conocemos, digamos una breve palabra sobre el llamado “círculo hermenéutico”, es decir, la centralidad de que los textos bíblicos algo le dicen a nuestra vida y que nuestra vida es el lugar a través del cual, y desde el Espíritu leemos, comprendemos y vivimos esos mismos textos. Fueron sobre todo las teologías latinoamericanas las que acentuaron la importancia del llamado círculo hermenéutico, es decir, de la vinculación del pasado con el presente. Se puede explicar en los siguientes términos: el texto bíblico ayuda a entender la vida presente de la comunidad o del lector y la vida presente del lector o de la comunidad interpreta o colabora en la interpretación de los textos bíblicos del pasado. Se da algo así como una complicidad interpretativa o hermenéutica en el proceso de lectura. La Biblia le dice algo a la época presente y la época presente permite interpretar el texto.

Aquí encontramos una diferencia entre lo que se conoce como la visión cerrada del texto y una visión abierta del texto. El texto cerrado es aquél que tiene un solo significado o que se puede interpretar sólo desde una perspectiva. Es un texto llamado “esencialista” en cuanto es inamovible o interpretable solo desde una lectura. En cambio, con la cuestión semiótica aparece una idea del texto llamada “abierta” o “texto abierto” el cual, vinculado con la semiótica, con el psicoanálisis, especialmente con la idea del sujeto protagonista o sujeto intérprete-lector, permite comprender que los sentidos del texto son amplios y van articulándose a partir de las diversas lecturas realizadas en torno a un determinado cuerpo escritural.

REFERENCIAS Y CONTINUACIÓN DE LA LECTURA

(1) Cf. Raymond E. Brown, Introducción a la cristología del Nuevo Testamento (Sígueme, Salamanca 2005), 16. (2) Sergio Armstrong, Introducción a los Evangelios (Editorial UCM, Talca 2008), 34. (3) Raymond E. Brown, Introducción, 17. (4) Raymond E. Brown, Introducción, 34. (5) Raymond E. Brown, Introducción, 34. (6) Cf. Sergio Armstrong, Introducción, 34 (7) Sergio Armstrong, Introducción, 39. (8) Sergio Armstrong, Introducción, 39. (9) Raymond E. Brown, Introducción, 34.

Actividades de interpretación bíblica

1. Leer los capítulos 1 de Mateo, Marcos y Lucas. Luego, reconocer: a) ideas similares; b) ideas disímiles; c) ¿qué acciones de Jesús se presentan?, ¿qué acciones de los discípulos?

Te recomiendo imprimir cada uno de los primeros capítulos de estos evangelios y ponerlos uno al lado del otro, literalmente en “columnas paralelas”. Esto se conoce como la “cuestión sinóptica”. Los estudiosos bíblicos se dieron cuenta de que Mateo, Marcos y Lucas eran similares y llegaron a la conclusión de que Marcos era el evangelio más antiguo (56-60 d.C) y que Mateo y Lucas se inspiraron en Marcos para redactar sus propios textos.

2. Leer el texto de Marcos 16,1-8 y responder a la pregunta: ¿cómo el texto ilumina mi vida y mi relación con Jesús? Con esta pregunta trabajarás el “círculo hermenéutico”.

3. Leer Mateo 8,1-13: dos preguntas, una previa: ¿qué ideas previas tenía sobre el texto?, y una a realizarse después de leerlo: ¿qué ideas nuevas han surgido? Con esta pregunta trabajarás el llamado análisis pragmático de los textos bíblicos.