La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo -el domingo 11 de junio- conocida popularmente como la "fiesta de Emanuel, Dios con nosotros", ofrece al Pueblo de Dios que camina en la tierra la oportunidad de expresar con la piedad eucarística la vivencia de una auténtica comunión establecida por el Señor.

Diariamente en la Misa, Cristo presente en el Sacramento nos pone ante su Presencia Real, derivada del sacrificio de la Nueva Alianza que nos permite alabarlo y adorarlo, misterio de nuestra fe, que nos une en una comunión sacramental y espiritual.

En algunas parroquias de la diócesis se han abierto Capillas de Adoración Permanente; grupos de adoradores (as), en la mayoría laicos, oran ante el Santísimo por incontables intenciones, con la certeza que brinda la fe. “Quién permanece en Mí y yo en él dará mucho fruto" (Jn. 15,5), esperamos siempre la fecundidad de dicha oración en nuestro caminar juntos, abrazados por el llamado "sentido de misterio" sin saber cómo ni donde, pero cosechando frutos de salvación para toda la humanidad. 

Para la fiesta del Corpus, la procesión dentro o fuera del templo - cuando el tiempo lo permite - expresa el caminar de la Iglesia, sacramento de comunión, todos "juntos como hermanos" siguiendo al Señor, gesto de sinodalidad, dentro y fuera extendiendo los designios de salvación para el mundo entero.

El Papa Francisco nos recuerda que, si falta el asombro como parte de la piedad ante la Presencia Real, "se corre el riesgo de ser realmente impermeables al océano de la gracia que inunda cada celebración”. Entonces, no permitamos que el secularismo nos robe gozo de participar del plan salvífico de Dios.

"Que su Nombre sea eterno, y su fama dure de sol a sol; que EL sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra" (Salmo71).                       

Pbro. José Miguel Ortiz B.