Editorial

Miércoles 31 de Mayo del 2023
Mensaje de Monseñor Guillermo Vera en Pentecostés

 

 

Hermanos y hermanas:

Este domingo los fieles cristianos celebramos la llamada fiesta de Pentecostés. Han transcurrido ya cincuenta (pentecoste, en griego) días desde la resurrección del Señor, y se cumple la promesa de Jesucristo: que los apóstoles recibirán la fuerza de lo alto. Efectivamente, esa mañana de domingo en Jerusalén, mientras los apóstoles están en oración reciben en sus almas una fuerza que les impulsará salir a anunciar lo que han visto y oído, y en sus mentes una claridad que les permite entender y recordar lo que Jesús les enseñó. Comienza aquella mañana la vida de la Iglesia que durante dos mil años ha querido ser fiel al mensaje recibido.

La Iglesia, comenzando por los apóstoles, ha realizado la misión del llevar el Evangelio a todas partes no sin contradicciones. Persecuciones del exterior, infidelidades y desgarros desde el interior, sin embargo, la fuerza del Evangelio no ha podido ser detenida, y así, lo que comenzó sencillamente en Galilea, hoy se proclama con fuerza por todo el mundo; más aún podemos decir que ese mensaje ha cambiado el mundo. En efecto, si nosotros pensáramos nuestro mundo sin la presencia de la Iglesia, sin la predicación del Evangelio, este mundo nuestro quedaría bastante empobrecido. 

La predicación del Evangelio ha logrado un aprecio por la dignidad del ser humano. Las obras educativas y asistenciales han surgido en el seno de la Iglesia y como fruto de una fidelidad a la Palabra escuchada. Hoy, nos corresponde a los creyentes continuar siendo fieles y tratar de aterrizar el mensaje en el cual creemos, al hoy de nuestras vidas, a las necesidades del hombre y la mujer actual. 

El Espíritu Santo que ha sido derramado sobre la Iglesia sigue mostrándonos donde el cristiano debe hoy iluminar con su vida y enseñanza sin temor. En un mundo donde hemos avanzado en el respeto de los derechos humanos, el Espíritu Santo nos impulsa a la defensa de la vida y de todas las vidas. En un mundo donde se ha logrado tanto desarrollo el Espíritu nos invita a tener cuidado, no sea que el desarrollo nos destruya, cuidar la creación es la misión hoy. En un mundo que con gran esfuerzo se han conquistado libertades, el Espíritu nos anima a no caer en nuevas esclavitudes ni fanatismos. En un mundo donde el ser humano ha logrado tantos avances, el Espíritu nos recuerda que Dios existe y la plenitud del hombre está en no olvidarse su ser creatura y así valorar más lo que ha obtenido y la confianza de Dios en él. En este mundo nuestro tan rico, pero con tantas pobrezas a la vez, el Espíritu nos mueve a la solidaridad, a no pasar de largo y saber ayudar.

Sí, el Espíritu Santo de Dios que tantas cosas bellas ha inspirado a lo largo de la historia, sigue hoy actuando e inspirando. Lo importante es que nosotros en medio de tantas bullas sepamos escuchar y actuar. 

Que esta fiesta de Pentecostés nos recuerde estas verdades, nos anime a realizar estas tareas y nos confirme en una fe que se ha de demostrar con obras.

Comparto con ustedes una hermosa reflexión acerca del espíritu Santo, que un cristiano ortodoxo pronunció ante otros cristianos reunidos:

 

“El Espíritu Santo es la Novedad, es la presencia de Dios-con-nosotros.

 

Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia es pura organización, la autoridad tiranía, la misión propaganda, el culto mero recuerdo y el obrar cristiano una moral de esclavos.

 

En cambio, en el Espíritu Santo, el mundo es liberado, el hombre se perfecciona, Cristo Resucitado está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación y la acción humana es divinizada.”

 

Como los apóstoles acompañados por la Virgen, pidamos a diario que el Espíritu de Dios que ha sido derramado en nosotros pueda actuar en nosotros y hacer la gran obra de que: podamos parecernos más a Jesús y actuar un poco más como El, solo así el mundo tendrá esperanza.

 

¡Ven, Espíritu Santo!, ¡llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!