Aprender de la vida monástica para la vitalidad del Pueblo de Dios

Martes 28 de Febrero del 2023
El padre Lino Doerner nació el 19 de septiembre de 1934 en St. Cloud, Minnesota (EE.UU.), entró en Gethsemani en 1953, hizo la profesión solemne en 1958 y fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1962. Fue enviado a La Dehesa (Miraflores, Chile) en 1968 donde hizo su estabilidad en 1972. Fue Superior titular de la comunidad desde 1986 hasta 2004. Tenía 88 años de edad, 67 de profesión monástica y 60 de sacerdocio.

El día viernes 24 de febrero y en el Monasterio Trapense “Santa María de Miraflores” vivió su Pascua el Padre Lino Doerner, uno de los más queridos monjes trapenses de este verdadero “panal de Dios” como lo definió mi amigo teólogo y pastor metodista Carlos Parada.
Tuve la oportunidad de participar de la celebración de Exequias en el Monasterio precordillerano el día 26. Era la primera vez que podía conocer las celebraciones exequiales dentro de la clausura monástica. Como publiqué en mis redes sociales, el momento de la sepultación fue, a mi modesto entender, el rito más emotivo. Escribí esa tarde: “venir de la tierra y volver a ella.

Este, quizás, fue el momento más significativo de las Exequias del P. Lino. Depositar su cuerpo en la tierra precordillerana, depositar tierra sobre su cuerpo, escuchar los cantos y las oraciones de recomendación”. Y, pienso, que esto fue más significativo todavía a principios de la Cuaresma, tiempo litúrgico que nos recuerda que somos tierra y que a la tierra volveremos, como lo hizo el Padre Lino.

Ahora y con lo vivido en los prados de Miraflores, quisiera ensayar algunas ideas teológicas sobre porqué la vida monástica y religiosa constituye un pulmón inagotable dentro de la comunidad cristiana. Es un pequeño homenaje al Padre Lino y a la vida monástica. Desde los primeros tiempos de la Iglesia hombres y mujeres se retiraron a los desiertos a buscar a Dios en el silencio. Se les conoció como los “padres y madres” del desierto.

En ese espacio de soledad y a través de prácticas de oración, penitencia y enseñanza estos cristianos carismáticos fueron construyendo las bases de la gran casa llamada la vida monástica. El legado de los monasterios, tanto en el cultivo del canto religioso o gregoriano, en el arte, en el cuidado de la liturgia, con las prácticas de oración y en la renuncia evangélica constituye un tesoro para toda la Iglesia. Así lo reconoció el Vaticano II cuando en “Lumen Gentium” n.43 recuerda que la vida religiosa es “don divino que la Iglesia recibió de su Señor”. Y, más adelante y en el mismo número, el Concilio dice que la vida religiosa y monástica son un tesoro de riqueza para todo el Cuerpo de Cristo.

En el número 44 de la misma “Lumen Gentium” los Padres Conciliares reconocen que el estado de vida religioso, dentro del cual entran la vida monástica, manifiesta de manera más perfecta el sentido de la vida cristiana. Y en el número 46 se declara que la vida monástica “hermosea” a la Esposa de Cristo que es la Iglesia.

Pienso que con la Pascua del Padre Lino percibimos el paso de un religioso, de un varón, de un santo varón que, como dijeron sus conocidos en las Exequias, transparentó la vida de Cristo. A través de los ojos del Padre Lino los que lo conocieron fueron capaces de reconocer la mirada misericordiosa y amorosa de Jesús. Esto, pienso, es un elemento que la Iglesia en su totalidad debe aprender a vivir: dejarnos traspasar por la imagen de Cristo y no traspasar nuestra imagen. La Iglesia vive para anunciar a Jesús de Nazaret y no para anunciarse a sí misma. El estado monástico, al ser signo de plenitud de la vida cristiana, nos regala el hermoso don de una vida ofrecida en la pobreza, en la castidad y en la obediencia. Ellos, los monjes y monjas son verdaderas abejas que colman los panales del Dios-Amor y, que, como buenas abejas, dan de lo suyo para el crecimiento nutritivo de la Iglesia. ¡Iglesia de Dios! ¡Que aprendamos una y otra vez del estado monástico y de su vida de contemplación y acción! ¡Gracias Padre Lino por tu testimonio traspasado de la gracia de Dios! ¡Gracias a Dios por el don de la vida monástica y religiosa! ¡Gracias a Dios por regalarnos oasis y panales de oración en medio de nuestras ciudades y montañas!

Juan Pablo Espinosa Arce

Candidato al Doctorado en Teología UC

Académico Teología UC-UAH