En 1963, en condiciones muy similares a las actuales el Papa Bueno, San Juan XXIII, entregó su encíclica "Paz en la Tierra", como un grito profético reclamando la necesidad de un esfuerzo permanente de todos los hombres de buena voluntad para lograr esta preciada meta.
La reconocemos y apreciamos como una "carta de Cristo, Príncipe de la Paz, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente" (2Co.3,3).
No siempre ha sido debidamente acogida y en el transcurso del tiempo, después de 60 años, la paz sigue amenazada. Han continuado los llamados de la Iglesia mediante la voz de nuestros Pastores; SS Paulo VI inició las Jornadas de Oración por la Paz, cada 1 de Enero.
Destacamos el ministerio de comunión y paz ejercido por San Juan Pablo ll en su largo pontificado, recordando con gratitud su mediación por la paz entre Chile y Argentina. Finalmente, llegamos al testimonio del Papa Francisco derramando sus lágrimas ante la imagen de la Inmaculada suplicando la paz para "la martirizada" Ucrania.
La paz en la tierra se prepara en la medida que cada uno nos atrevamos a preguntarnos “¿Estoy dispuesto a buscar una paz interior, a avanzar desinteresadamente… y ser fermento de confianza allí donde vivo, comprendiendo cada vez más a los demás?". Así reflexionaba el Hno. Roger de Taizé (+2005) en sus encuentros con los jóvenes de los distintos continentes, invitando a todos a renovarnos con una resolución interior por la paz y la confianza, asegurando un "porvenir de paz". No son sólo los responsables de los países los constructores de la paz. Aún los más pequeños pueden ser artesanos e instrumentos de la paz, así nos enseñó a rezar el "pobrecillo” de Asís. Y continuamente recordamos con los salmos: la paz y la justicia van juntas.
Desde los comienzos de la era cristiana la PAZ ha sido una tarea permanente. San Ambrosio animaba a los suyos diciendo: "Comiencen en ustedes la obra de la paz, para que una vez pacificados ustedes mismos, lleven la paz a los demás". Al iniciar un nuevo año hagamos del clamor de los profetas de ayer y de hoy una tarea constante para que lleguemos a ser "Felices los constructores de la Paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5,9). Pbro. José Miguel Ortiz B.