La participación de cardenales chilenos en los cónclaves que eligen al sucesor de Pedro ha sido una constante desde mediados del siglo XX. De acuerdo con la Conferencia Episcopal de Chile, este vínculo profundo entre nuestro país y la Iglesia universal comenzó en 1946 con la creación del primer cardenal chileno.
José María Caro Rodríguez, arzobispo de Santiago, fue creado cardenal por el Papa Pío XII. Participó en el cónclave de 1958, en el que fue elegido Juan XXIII, el Pontífice que convocó el Concilio Vaticano II, marcando una nueva etapa en la vida de la Iglesia.
Más adelante, Raúl Silva Henríquez, también arzobispo de Santiago, vivió tres cónclaves: en 1963 (elección de Pablo VI), y en 1978, en dos procesos que concluyeron con la elección de Juan Pablo I y luego Juan Pablo II. Conocido por su voz profética en defensa de la justicia y los derechos humanos, su legado sigue vivo.
En 2005, el cardenal Jorge Medina Estévez, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino, tuvo un rol singular: como Cardenal Protodiácono, fue quien anunció al mundo el Habemus Papam de Benedicto XVI.
El cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo emérito de Santiago, fue elector tanto en el cónclave de 2005 como en el de 2013, que eligió al cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco.
Hoy, en el cónclave de 2025, Chile está representado por Fernando Chomali Garib, actual arzobispo de Santiago y único cardenal chileno con derecho a voto. Fue creado cardenal por el Papa Francisco en 2024, y ahora participa de esta elección tras su fallecimiento.
Desde Monseñor Caro hasta Monseñor Chomali, los cardenales chilenos han sido parte de este momento solemne y espiritual, donde la Iglesia ora y discierne con esperanza la elección del nuevo Pastor Universal. Una historia que confirma la vocación misionera y pastoral de la Iglesia en Chile, en comunión con Roma y al servicio del Evangelio.
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