El domingo 13 de abril, la Diócesis de Rancagua vivió con fervor el Domingo de Ramos, jornada que marca el inicio de la Semana Santa. En un ambiente de recogimiento, familias y comunidades se congregaron en templos, calles y plazas para conmemorar la entrada de Jesús en Jerusalén, levantando sus ramos como signo de esperanza y fe viva.
Desde la Plaza de Los Héroes en Rancagua, pasando por Machalí, Litueche, el Santuario de San Judas Tadeo de Malloa, hasta las calles de Pichilemu y tantas otras localidades, los fieles respondieron al llamado de la Iglesia con una participación y llena de alegría. Niños, adultos y ancianos caminaron juntos, reviviendo el gesto de aquellos que, hace más de dos mil años, recibieron al Salvador con palmas y cantos.
Esta celebración no sólo recuerda un momento clave de la vida de Cristo, sino que también invita a cada creyente a renovar su fe y prepararse espiritualmente para acompañar al Señor en su pasión, muerte y resurrección. La Semana Santa se presenta como un tiempo de gracia, donde el corazón se abre a la conversión y al encuentro con el Cristo Resucitado.
Las parroquias de la diócesis organizaron procesiones, liturgias y espacios de oración comunitaria, en un esfuerzo conjunto por hacer de esta semana un verdadero camino de fe. En cada rincón de la región, se palpó el compromiso de una Iglesia viva, que acompaña, evangeliza y se hace presente en medio de su pueblo.
Con el Domingo de Ramos, la Iglesia nos recuerda que la alegría del Evangelio es más fuerte que cualquier dolor, y que acompañar a Cristo en su camino hacia la cruz es también recorrer la senda hacia la vida nueva.
