Palabras del Pastor

Mensaje del obispo diocesano sobre la Virtud de la Fortaleza. “ La fortaleza, y con ella la perseverancia, nos llevan a siempre querer levantarnos y esto ahora lo necesitamos más que nunca”, nos dice nuestro obispo.

Hermanos y hermanas:

En los duros acontecimientos que hemos vivido en los últimos días a causa de los desbordes de ríos y el mal tiempo, es admirable la fortaleza con que hermanos nuestros viven en carne propia estos duros momentos. Junto a los que sufren, están los que olvidándose de sí salen a prestar ayuda con generosa creatividad.

Es de destacar la preocupación de las autoridades, de bomberos, carabineros y tantas otras instituciones; en las distintas comunidades, los párrocos junto a tantos laicos buscando hacerse presente y viendo cómo ayudar, llevando un poco de ternura y esperanza a quienes sufrían. Todos estos gestos generosos nacen de corazones y vidas donde la virtud de la fortaleza está presente.

Pero ¿qué es la fortaleza? En el catecismo aprendimos que la fortaleza es una de las cuatro virtudes cardinales, es decir, una virtud fundamental para la vida y que hace que, con una actitud firme, estable del entendimiento y la voluntad podamos regular nuestros actos. La fortaleza es la virtud que hace al hombre intrépido frente a cualquier peligro y prueba de la vida, a las que desafía sin miedo y enfrenta con valor. Propio de la fortaleza es el resistir, algo que sin duda no es fácil, cuando contamos sólo con nuestras propias fuerzas. La fortaleza de cada día exige muchas veces vencer los propios caprichos, el egoísmo y la comodidad.

Somos fuertes si amamos. La virtud de la fortaleza se halla en el medio justo entre la cobardía o temor desordenado, que inclina a la fuga ante el dolor y los peligros, y la temeridad, que sale al encuentro del peligro o se lanza ciegamente a empresa difíciles, por soberbia, vanagloria, presunción o necedad. Cuánta de esta virtud han mostrado y necesitan quienes se han visto afectados por las fuerzas de la naturaleza y que en un momento vieron perderse o afectado lo que con tanto esfuerzo se logra o construye en la vida, también la han mostrado aquellos que han salido presurosos a ayudar.

En la vivencia de la fortaleza también es necesaria la paciencia y la constancia que ayudan a luchar, sin ceder al cansancio, al desánimo. Para los que creemos, la fortaleza como toda virtud es un don que hemos de pedir a Dios con insistencia, porque sabemos que con ella podremos enfrentar mejor la vida personal y ayudaremos a una mejor convivencia entre todos. Pidamos para nosotros y para los demás, la virtud de la fortaleza ella nos hará más rectos y responsables en nuestro actuar y perseverantes en el bien, que nunca se cansa ni desanima.

La fortaleza, y con ella la perseverancia, nos llevan a siempre querer levantarnos y esto ahora lo necesitamos más que nunca. El Señor en quien creemos nos ha dicho: “En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”. Así nos invita a estar atentos y saber enfrentar las contrariedades, que de muchas maneras se harán presente en nuestras vidas, con espíritu firme, con fortaleza.

Que en este mes de julio que iniciamos y en medio del cual celebraremos a la Virgen del Carmen, como hijos de tan buena madre procuremos estar muy cerca de quienes están sufriendo y que con nuestra cercanía y apoyo les ayudemos a mantener su confianza y esperanza y todos aprendamos de ellos a supera las dificultades de la vida.

Que los dolores y aflicciones nos ayuden a no olvidar que siempre nos necesitamos unos a otros y que juntos somos fuertes.

+Guillermo Vera Soto

Obispo de Rancagua