Muy queridos hermanos y hermanas:
Llega el momento de peregrinar hasta el Santuario de Santa Rosa en Pelequén. Luego de dos años en que la pandemia no nos permitió llegar a encontrarnos como pueblo de Dios, como Iglesia, hoy podemos ya cantar: ¡Vamos caminando al encuentro del Señor!
Sin duda una de las experiencias que nos marcan al peregrinar al Santuario es que en él nos sentimos acogidos. El Santuario es la casa que cobija la imagen bendita de Santa Rosa, es también la casa de sus hermanos creyentes donde todos experimentamos un cariño personal, una mirada amorosa y tierna dirigida a cada uno, donde parece que los oídos y el corazón de nuestra amiga Rosa están sólo atentos a mí. Ella me acoge para llevarme a Jesús.
Los obispos, en el Documento de Aparecida dicen: “La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, y la llegada un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual”.
Sin duda que lo dicho lo hemos vivido, en el santuario somos acogidos por el amor misericordioso de Jesús y de María y la cercanía de Santa Rosa
Hermanos y hermanas, vamos, acudamos con confianza al Trono de la bondad y de la Misericordia que es el mismo Jesús y que ahí en el santuario de Pelequén, nos invita a mirar a una hermana nuestra que se dejó amar por Dios y supo amar con los sentimientos de Jesús, cosa que nosotros hemos de procurar en nuestras vidas.
Vamos y vivamos la experiencia de ser hijos amados de Dios y que contamos en nuestro caminar con la ayuda de la Virgen y de los santos. Vamos con nuestros cansancios a cuestas con la certeza que junto a Santa Rosa encontraremos alivio, consuelo y esperanza.
Nos ha tocado vivir tiempos difíciles, necesitamos de consuelo y esperanza, por eso vamos con nuestros miedos y cansancios, vamos a ver a la santa que nos muestra a Jesús el cual siempre nos dice: “Vengan a mí cuando estén cansados y aliviados que yo los voy a aliviar”.
Vamos, recemos, escuchemos la Palabra de Dios, celebremos juntos la Santa Misa, aprovechemos de confesarnos, tengamos momentos de silencio y tranquilidad para conversar con Jesús, con la Virgen y con Santa Rosa. Cada uno de nosotros contribuyamos, para que en la Fiesta y luego al volver a casa, todos nos sintamos confirmados en la fe y en la experiencia gozosa de ser miembros del pueblo de Dios, hijos de la Iglesia.
Les bendice
+ Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua