Queridos hermanos y hermanas:
El mes de agosto está dedicado en Chile a reflexionar sobre la virtud de la solidaridad. La razón de esto la encontramos en que, en el corazón de este mes, los católicos y los chilenos todos, recordamos a San Alberto Hurtado, campeón de la solidaridad y quien -con su ejemplo y motivación- nos anima a vivirla con alegre entrega.
En la Palabra de Dios encontramos una invitación a darle sentido a nuestra vida sirviendo a los más necesitados. En el profeta Isaías encontramos el siguiente texto: “No saben, ¿cuál es el ayuno que me agrada?: Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libre a los oprimidos, compartir tu pan con el hambriento… entonces tu luz surgirá como la aurora…” Isaías 58, 6ss. Para quienes creemos hay una unión vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo. “El que dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso…” 1Juan 4, 20. La solidaridad ha de surgir entonces, como la expresión directa del amor a Dios en nuestros hermanos. La solidaridad implica gratuidad. San Juan Pablo II en su visita nos dijo: “La solidaridad implica sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ellos, actuar con rigurosa coherencia”. Muchos santos a lo largo de la historia dan testimonio que sus vidas han cambiado cuando han entrado en contacto con las personas que sufren, y con aquellos que viven la exclusión y la marginación. San Francisco, Santa Teresa de Calcuta, San Alberto Hurtado lo corroboran. También no creyentes experimentan el gozo de servir y crecen en humanidad precisamente sabiendo sentir con el otro.
Muchas veces decimos que nuestra sociedad es individualista y hay razón para esta queja, sin embargo, es hermoso constatar la cantidad inmensa de personas que sienten el llamado a servir, a olvidarse de sí mismos y a pensar en el bien de los demás, especialmente, de los más vulnerables. Son adultos y jóvenes que junto a las tareas que realizan suman el dar tiempo para estar con quienes les necesitan. ¡Cuántos hermanos y hermanas en nuestras Comunidades Cristianas, dan testimonio de esto! Las personas que hacen esto han experimentado lo que también nos enseña la Palabra: “Hay más alegría en el dar que en el recibir” Hechos 20, 35. Los que participan de estas acciones solidarias son, sin duda, personas más agradecidas con lo que tienen, logran ser más fuertes ante la adversidad, crecen en humanidad. El contacto con el dolor y las diferentes necesidades les ayuda a no pensar tanto en sí mismas, sino a crecer entregándose a los demás, a vencer egoísmos y a vivir con más apertura y generosidad. Pienso que una buena terapia para vencer desalientos, adicciones, angustias sería formar parte de algún voluntariado de servicio; los pobres y sufrientes serán una buena escuela para ayudar a no dejarse vencer fácilmente por lo adverso y a saber descubrir las cosas simples que dan sentido y esperanza a la vida.
Siempre tendremos motivos para ser solidarios. Unámonos a tantos que ya lo son y que así nuestras vidas se llenen de sentido y que en el mundo haya motivo para mantener la esperanza.
+ Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua