Palabras del Pastor

Obispo Juan Ignacio González llama a orar por las vocaciones

Al cumplir 27 años de ordenación presbiteral, el administrador apostólico de Rancagua, señala que “vivimos en un mundo secularizado que ha excluido a Dios, por eso lo primero que debemos hacer es rezar”.

Monseñor, este 13 de junio usted cumple 27 años de ordenación sacerdotal ¿Cómo surgió su vocación sacerdotal?

Cumplo 27 años de sacerdote y 17 de obispo, es decir, que cuando tenía 10 años de sacerdote fui nombrado obispo y, aunque es extraño para muchas personas, llevo más años como obispo que como sacerdote. La explicación es que soy miembro del Opus Dei desde el año 1971 y en éste hay personas que reciben un llamado al celibato apostólico, yo estaba en el colegio cuando recibí ese llamado. En esa época se podía, porque regían las antiguas normas canónicas. Hoy hay que tener 18 años para tomar una decisión de ese tipo.  Yo vivía en el mundo laical y me interesaban las cosas de ese mundo, como a todo joven de esa edad: fui scout, entré a la universidad, estudié derecho; y el año 1979 me recibí de abogado y trabajé en oficinas de abogados y luego en Carabineros de Chile, por muchos años. A mitad de ese camino, el año 1990, algunas de las personas llamadas numerarios del Opus Dei se ordenan sacerdote para servir a la institución y eso me paso a mí. Yo sentía que era un camino posible: llevaba muchos años en la obra y lo hice presente. En ese tiempo el prelado era Alvaro Portillo (beato). Entonces me llamaron a Roma a estudiar derecho canónico en consonancia con mi vocación jurídica, que siempre me ha gustado mucho. Y desde el 13 de junio de 1993, que me ordené como sacerdote, dediqué todo mi tiempo a lo que hace un sacerdote: confesar y acompañar espiritualmente a muchos jóvenes en la residencia universitaria Alborada, ser capellán de la Universidad de Los Andes, ser profesor de teología y derecho canónico y así se pasaron intensos 10 años, hasta que un día me llamó el Nuncio Apostólico y me dijo: ‘el Papa quiere que sea Obispo de San Bernardo’. Ahí hubo un cambio importante en mi vida y desde ahí han pasado 17 años. He trabajado y tengo la mentalidad de una persona que conoce otros ámbitos y por eso entiendo muchos de los procesos que se viven en el país. Mi caso no es el tradicional de un chico que entra al seminario yo trabajé muchos años en diferentes ambientes y desde ahí estoy sirviendo al Señor.

Monseñor, ¿Cómo han sido estos años  como sacerdote?

En la vida siempre hay de dulce y agraz, pero en mi caso ha sido más de dulce. He sido un instrumento de la gracia de Dios para acercar a muchas personas al Señor, a través de los sacramentos. Dediqué muchos años a la confesión: mañana y tarde, de jóvenes  de la universidad y de la residencia universitaria; a la formación de jóvenes. Fui director espiritual del Seminario de San Bernardo. Ha sido una experiencia bella, pero también me han tocado momentos difíciles y muy duros a nivel mundial y nacional en la Iglesia.  Por mi formación, desde el año 2003 estuvimos trabajando en el tema de la Prevención de Abusos. Temas que son muy difíciles. 

Monseñor, las vocaciones también han sufrido una crisis ¿Cómo se continúa avanzando en el ámbito en las condiciones actuales?

El brazo de Dios nunca se acorta. Vocaciones hay. La culpa la tenemos nosotros que estamos preocupados de otras cosas, que nos hemos dejado llevar por una sociología religiosa y no por el fundamento de la gracia y acción de Dios. Lo primero que debemos hacer es rezar por las vocaciones, una oración específica en todas las parroquias, en todas las misas. ¿Por qué no hay vocaciones? Porque estamos en un mundo secularizado, que no habla de Dios, que ha excluido a Dios, las familias han excluido a Dios. Antes en las familias era un honor tener una hija religiosa y un hijo sacerdote. Hoy eso no pasa.

El padre René está llevando adelante el trabajo pastoral y ha propuesto un plan al Consejo de Gobierno para reactivar las reuniones vocacionales de forma virtual. En ese sentido, los jóvenes que sientan el llamado a dedicarse a los demás, la mejor manera es dedicarse completamente a Dios y desde Dios a los demás, a través del sacerdocio y la vida religiosa. Esa posibilidad está abierta a través de los seminarios diocesanos de todo el país.